Un cuento: La mujer de negocios


Un día, una mujer de negocios tiró apresuradamente dos euros en el vasito de una mendiga que vendía flores en la esquina de una calle, y luego se fue a toda prisa.


Cuando hubo recorrido un par de calles, súbitamente se paró y, con paso decidido, volvió donde estaba la mendiga.

- Me sabe mal -dijo mientras cogía una flor del ramo que tenía la mujer-. Con las prisas me he olvidado de completar mi compra, y usted es una mujer de negocios igual que yo. Su mercancía tiene un precio inmejorable y es de buena calidad. Espero que mi falta de atención no la haya disgustado.

Y dedicándole una sonrisa, la mujer de negocios se alejó con una flor en la mano.



Semanas más tarde, mientras la mujer de negocios desayunaba en una cafetería, se le acercó otra mujer de negocios que vestía bien y, con buen semblante, le dijo:

- Probablemente usted no me reconozca, y yo ni tan sólo sé cómo se llama usted, pero jamás podré olvidar su cara. Usted es la mujer que me inspiró para que yo hiciera algo por mí misma. Yo era una vagabunda vendiendo flores mustias hasta que usted me devolvió mi amor propio. Ahora creo que yo soy una mujer de negocios.


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