Claudia vio que su hermano mayor, mientras hablaba por teléfono con una amiga suya, hacía como unas muecas extrañas.
La niña dijo a su madre:
- ¡Mira qué cara hace Albertoo, mamá! ¡Qué risa!
Pero la mamá de Claudia enseguida se dio cuenta de que algo no iba bien, que la expresión del chico era de dolor, como cuando uno se hace muy daño y no quiere llorar.
- ¿Qué te pasa Alberto? – Le preguntó a su hijo algo angustiada.
- Mamá! – Respondió ahogando un grito y empezando a llorar desconsoladamente- ¡Se ha muerto Carlos, mamá! ¡Se ha muerto Carlos!
- ¿Carlos? ¿Pero qué ha pasado? Si ayer estaba la mar de bien y…
- ¡Ha tenido un accidente, mamá! Lo ha atropellado un coche que corría mucho. ¡No, mamá, no puede ser! ¡Carlos, no, mamá!
El chico no podía parar de llorar y la madre, que no tenía palabras, la abrazó muy fuerte y lloró con él. La imagen de Carlos, el amigo de su hijo, un chico alegre y risueño se le hizo presente, de hecho no se la podía quitar de la cabeza.
Claudia se asustó al ver llorar a su madre y su hermano y se fue corriendo a su lado.
- ¿Qué pasa mamá? ¿Por qué lloráis?
- Claudia! Ha pasado algo muy triste y por eso estamos llorando. ¿Te acuerdas de Carlos, el amigo de tu hermano?
- Si, mamá. Claro que me acuerdo. Estuvo jugando mucho conmigo ayer, cuando vino a casa. Es el amigo de Albertoo que más me gusta. Siempre me trata muy bien y me hace reír mucho.
- Hija, lo que ha pasado es que Carlos ha muerto. Lo ha atropellado un coche esta mañana.
La niña se quedó sorprendida y no dijo nada, miró a su madre y a su hermano.
- Mama, entonces, ¿ya no volveré a ver más Carlos? ¿Ya no vendrá más por casa?¿No podré volver a jugar con él?
- Lo siento hija, no. Carlos ha ido y ya no lo volveremos a ver.
Claudia abrazó a su hermano para consolarlo. Se peleaban a menudo los dos, pero la niña nunca había visto Alberto tan triste.
Tres días después de la muerte de Carlos, Claudia empezó a hacer preguntas a sus padres.
- Alberto está muy triste. Hoy he visto como miraba fotografías donde salía con Carlos. ¿Por qué lo hace, esto? ¿No le pone más triste?
- No hija, ver fotografías de Carlos, recordarlo, pensar en él, le ayuda a calmar la pena que tiene. A ver, hija, ¿a ti, qué es lo que más te gustaba de Carlos?
- Cuando me hacía reír, siempre hacía payasadas para hacerme reír. Un día me regaló una nariz de payasa, todavía lo tengo porque me gusta mucho. Mamá, no quiero que Carlos esté muerto. Quiero que vuelva a casa, que me vuelva a hacer reír. Desde el día que se murió, Alberto está muy triste.
La madre abrazó fuertemente a Claudia y lloró nuevamente. Unos instantes después, dijo a su hija que todos aquellos recuerdos, que todas las cosas que había compartido con Carlos, la mantendría unida a él para siempre. Que cuando lo quisiera ver cerrara los ojos y lo recordara riendo a su lado.
- Quiero llorar, mamá.
- Llora, hija, llora tanto como quieras.
Claudia seguía abrazada a su madre, aquellos brazos la consolaban enormemente.
- Mamá!
- Dime, hija.
- ¿Tú también te morirás?
- Claudia, un día todos nos moriremos y yo también, pero por ahora no tengo ninguna prisa. ¿Sabes qué debemos hacer?
- ¿Qué?
- Pues, pasarlo lo mejor posible, querernos mucho y mucho, jugar, abrazar, besar, reír, decir que nos querernos...
- ¡Huy! Eso de decir que nos quieres ya lo haces tanto que incluso te haces un poco pesada, mamá.
- ¿Qué quiere decir esto? ¡Llamarme pesada a mí! ¡Ahora verás!
Claudia sabía lo que pasaría a continuación: su madre le haría un montón de cosquillas y reirían juntas hasta quedar rendidas.
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